Viviendas productivas: campos de batalla

Viviendas productivas: campos de batalla

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Viviendas productivas: campos de batalla

Plataforma multiusos: aprendizajes desde el sur

 

Nuestra reflexión sobre la casa como lugar de trabajo inicia con nuestra experiencia profesional temprana en Colombia gracias a que este es un tema que se ha trabajado allí durante décadas en diferentes ámbitos académicos. En Latinoamérica, su estudio está enmarcado principalmente alrededor de las viviendas informales en las que se suelen llevar a cabo diferentes tipos de emprendimientos necesarios para las economías familiares. Allá se les llama viviendas productivas. Su análisis sin embargo se ha desarrollado, salvo algunas excepciones, asumiéndolas como viviendas más bien marginales desde el punto social y económico; como “anomalías transitorias” dentro de aquel imaginario occidentalocéntrico del “país en vías de desarrollo” ampliamente extendido también allí, pero cada vez más cuestionado.

Hoy en día podríamos afirmar por el contrario que estas viviendas productivas han sido más bien laboratorios avanzados para aproximarnos a un mundo por venir, con grandes oportunidades y por supuesto también enormes problemas. (1)

También podemos afirmar que en realidad todas las viviendas son productivas y que todos nos podemos reconocer de diferentes maneras como trabajadores caseros. A las tareas no remuneradas de cuidados en el hogar podemos sumar hoy muchas otras labores materiales e inmateriales apoyadas en tecnologías como internet. Además, quizás hoy tenemos más claro que nunca que la vivienda no es solo un lugar central de lo doméstico sino una plataforma multiusos que nos es útil para muchas cosas y en definitiva para una esfera central en nuestras vidas, el trabajo.

El trabajo en casa conlleva grandes oportunidades sociales así como retos igualmente importantes. Por un lado facilita compaginar labores remuneradas y personales, establecer rutinas más flexibles y con estas, un cierto grado de libertad. A escala de ciudad conlleva la posibilidad de disminuir parte de los desplazamientos diarios de la casa al trabajo, con su respectivo coste energético y ambiental. Pero por otro lado, también es cierto que puede fomentar formas no deseadas de aislamiento y soledad, facilitar formas de absorción laboral tipo 24/7, y no en pocos casos, debido a su invisibilidad, generar diferentes grados de precarización. El ámbito privado, al cual pertenece la vivienda, al estar infra regulado desde el punto de vista de lo laboral, conlleva, entre otros, carencias en cuanto a protocolos de condiciones de seguridad y salud en el trabajo.

Es cierto que los lugares tradicionales del trabajo asalariado como la fábrica o la oficina han sido escenarios de disciplinamiento y opresión a través de diferentes formas de explotación. Además estos espacios al ser entendidos de manera excluyente como “los lugares del trabajo”, han traído consigo la invisibilización de muchas trabajadoras, mayoritariamente mujeres, vinculadas a labores no asalariadas o infra pagadas como las de los cuidados del hogar o a trabajadores informales del sur global y de otras periferias incluídos en la cadena de producción pero en cambio excluidos en cuanto a recibir los mismos beneficios laborales. Sin embargo, al mismo tiempo han sido espacios muy importantes para construir un sentido de comunidad entre algunos trabajadores, facilitando las luchas y reivindicaciones sociales entre estos, así como para regular ciertas condiciones de bienestar para el trabajo asalariado, al menos para una minoría social, mucho más extendida dentro de los países ricos del norte.

Si hoy, en lugar de fábricas y oficinas, podemos afirmar que el lugar laboral de referencia es la casa, ¿cómo generar desde este lugar, nuevas formas de empoderamiento y bienestar para la diversidad de trabajadores que componen lo doméstico productivo? ¿Podemos imaginar ese espacio como lugar desde donde ensayar formas heterogéneas de lo productivo y reproductivo y de creación de otros mundos materiales e inmateriales? ¿Qué otras formas de estar en soledad y de construir comunidad podemos imaginar? ¿Qué papel puede desempeñar la arquitectura en estas cuestiones?

Estas han sido las preguntas que han motivado el trabajo teórico y práctico de diseño de Husos durante casi veinte años sobre la vivienda productiva.

 

Crisis de un relato: aprendizajes desde los feminismos

Proponemos repensar la vivienda productiva no desde un cambio histórico, como sería el del paso de un modelo fordista a uno postfordista o a través de la revolución tecnológica en las comunicaciones y el consecuente auge del teletrabajo, o el de las crecientes reivindicaciones sociales por compaginar vida asalariada y no asalariada, o desde la actual crisis sanitaria, aunque estas son realidades históricas ineludibles que hacen aún más visible su importancia a día de hoy. Nuestra propuesta consiste más bien en pensar la vivienda productiva a partir de un cambio de mirada que surgiría de lo que podríamos llamar la crisis de un relato.

Nos referimos a la crisis del relato de un urbanismo compartimentado, donde las diferentes esferas de la vida, como por ejemplo las de lo doméstico, lo laboral y lo político, se han imaginado durante décadas contenidas en espacios separados entre sí, y asignados para estas de manera más o menos estable. En la disciplina de la arquitectura esta asignación se ha traducido en el diseño de tipologías edilicias muy concretas para cada una de estas esferas, por ejemplo las de vivienda para lo doméstico, las de edificios de oficinas para lo laboral o las del palacio de gobierno para lo político.

Sin embargo, podríamos afirmar que la idea de la vida doméstica circunscrita a la casa, la del trabajo a la fábrica o a la oficina, lo político a las instituciones de gobierno y sus edificios, pierden sentido ante la riqueza de escalas y medios por las que circulan y han circulado desde siempre las diferentes esferas que componen nuestro día a día, incluyendo la laboral y la de lo doméstico, incluso durante el desarrollo de la llamada época de la industrialización en Occidente, considerada generalmente como un momento clave de dicha compartimentación.

Una lección muy importante al respecto nos ha llegado desde los feminismos. Estos, en su reivindicación de la reproducción y los cuidados como parte central, aunque ignorada, de la economía y del trabajo, nos han permitido reconocer el ámbito del trabajo como una esfera que se da en realidad en casi todos los espacios que habitamos y que además es central en el hogar.

Aquí nos parece importante rescatar definiciones no heterocentristas de la reproducción que la describen como esfera amplia de interacciones sociales y cuidados de la cual participamos todes en diferentes momentos de nuestra cotidianeidad y no únicamente circunscrita a la reproducción biológica. En palabras de Nancy Fraser sería el conjunto de «formas de cuidado, de interacción y de aprovisionamiento que construyen vínculos sociales y los mantienen».(2)

Frente a la idea de un urbanismo laboral compartimentado, el día a día nos demuestra que por el contrario vivimos en urbanismos dispersos: multimodales y multimedia (Husos 2002) en los que el trabajo, como las demás esferas de la vida, se da en diferentes lugares a través de diferentes mediaciones.(3) Se trata de una dispersión que suele ser mayoritariamente desatendida en el diseño del espacio urbano.

Algo paradójico de esta vida laboral en dispersión, es que la aparente desterritorialización del trabajo implica en realidad otras territorializaciones, y en estas algunos espacios adquieren un protagonismo especial como es el caso de la casa. En la territorialidad dispersa de lo laboral y en las múltiples mediaciones que la constituyen, la vivienda como plataforma productiva y reproductiva de la que muchas personas disponemos, al sernos muy próxima, desempeña un papel nodal, y hay indicios, sociales, económicos, tecnológicos y ambientales (y podríamos agregar hoy también epidemiológicos), que indican que en el futuro su papel podría ser aún más importante y más visible.

Consideramos que reconocer la vivienda productiva a partir de la crisis de un relato y no únicamente como consecuencia de momentos históricos específicos como el actual es un paso necesario para acercarnos a las realidades del trabajo en casa en su complejidad porque nos permite mantener ante ésta una mirada crítica amplia y al mismo tiempo propositiva.

Es decir, por un lado nos ayuda a formular una crítica, desde nuestro punto de vista necesaria, a algunas posturas de denuncia que han tendido a dar explicaciones simplistas del trabajo en casa entendiéndolo como consecuencia de un capitalismo cada vez más desregulado y neoliberal, lo que las ha llevado a concluir con frecuencia que se trata de un tipo de trabajo a erradicar. Estamos de acuerdo con estas miradas en su análisis de que el capitalismo actual es efectivamente un impulsor de nuevas formas precarizadas de trabajo en el hogar pero no es la causa del trabajo en casa en sí, entre otros motivos porque éste, en su complejidad, no se puede explicar enteramente como un fenómeno de hoy en día.

Por otro lado, renovar la mirada sobre la vivienda productiva, nos aleja de aquellas miradas complacientes sobre el trabajo en casa como las impulsadas por algunos sectores afines al mundo del emprendimiento, incluso aquellos frecuentemente cercanos a posiciones socialdemócratas que consideran que el regular esferas asalariadas como las del teletrabajo resulta suficiente para generar formas de equidad laboral en el ámbito de la vivienda. Demuestra por el contrario que las respuestas que se den a lo doméstico productivo, deben tener en cuenta las múltiples trastiendas de la producción que se dan en el hogar, haciendo necesario revisar el ámbito de la reproducción y los cuidados no remunerados así como un sinfín de trabajos llevados a cabo por cuerpos sobreexplotados que desde la distancia construyen desde hace varios siglos las materialidades de lo doméstico aunque externalizados en el sur global.

Desde nuestro punto de vista, las diferentes trastiendas de lo urbano, las generadas por la geopolítica (con frecuencia vinculadas a vivencias y sujetos y subalternizados, ubicadas fuera de lo que suele imaginar como “mundo occidental”) o las de género (como aquellas surgidas a partir de la marginalidad impuesta al trabajo del hogar) ofrecen caminos y visiones necesarias para enfrentar de manera amplia los diferentes desafíos actuales de las viviendas productivas como campos de batalla que requieren urgente atención.

 

 

1. Algunos ejemplos de esto son analizados en el libro de Diego Barajas y Camilo García, Urbanismos de remesas, viviendas (re)productivas de la dispersión, Madrid, Caniche editorial, 2017.

2. Véase Nancy Fraser, «Between marketization and social protection, ambivalences of feminism in the context of capitalist crisis», conferencia en el Wood Wilson Center, Washington D.C. 2011.

3. Un urbanismo multiescalar y multimedia como un «urbanismo disperso» es la tesis central del proyecto Dispersión. Véase Diego Barajas, Dispersion, A Study of a Global Mobility and the Dynamics of a Fictional Urbanism, Rótterdam, Episode Publishers, 2003. Véase también Diego Barajas, «Belhuis stimulator – or architecture for globalized bodies», Hunch Magazine No. 8, Double Dutch 2004; y Diego Barajas y Camilo García, «Dispersed Urban geographies and the quest for common atmospheres», Volume Magazine, no. 32, agosto de 2012.

Viviendas productivas: campos de batalla

PLATAFORMA HUSOS

Husos es un estudio fundado por Diego Barajas y Camilo García. En este se desarrollan proyectos de investigación y diseño, entendiendo esas dos esferas en un diálogo continuo. Su trabajo se ha expuesto en diferentes foros internacionales como la Bienal de Venecia, la Trienal de Oslo, Ecovisionarios, Fundación Tápies, o la Bienal de Rotterdam entre otros. Forma parte de la colección permanente de la FRAC Foundation y de Arts Libris Colección Sabadell. Con sede en Madrid desde 2003, Husos opera entre España y Colombia.