Los inquilinos de la ciudad

Los inquilinos de la ciudad

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Reurbanización de la calle Vic en Montmeló. Autores: Jornet-Llop-Pastor arquitectos y TerritorisXLM.
Reurbanización de la calle Vic en Montmeló. Autores: Jornet-Llop-Pastor arquitectos y TerritorisXLM.

Somos herederos de una ciudad moderna planificada para fomentar la productividad. Una ciudad moderna que ha utilizado como modelo para organizarse al hombre-blanco-trabajador. Ha sido el trabajo productivo y no el reproductivo, el de los cuidados o el del bienestar, el que ha imperado en la construcción de las ciudades en las que vivimos.

Planificar la ciudad para este ‘inquilino’ y no para todos los demás, ha tenido unas consecuencias que nos obligan a día de hoy, a reivindicar que se ponga la vida cotidiana, no solo la laboral, en el centro de las nuevas políticas urbanas.

Donde posiblemente estas consecuencias son más evidentes, es en el espacio público de la ciudad. El lugar donde lo público, lo común, lo compartido, debería tener un protagonismo especial, ha estado en demasiadas ocasiones pensado exclusivamente para ese individuo neutro que utiliza el espacio público principalmente para desplazarse hasta su lugar de trabajo con su vehículo particular.

El espacio público ha quedado relegado a un plano secundario, a un espacio que cubre necesidades de movilidad (determinada movilidad), sin esperar de él que se convierta además en un espacio vivible, habitable, jugable o confortable.

De esta forma hemos sido herederos de una ciudad donde en nuestro hacer más cotidiano, tenemos dificultades para pasear con un cochecito de bebé o una silla de ruedas, donde los jóvenes no tienen espacios de ocio o juego al aire libre, donde los ancianos no se sienten cómodos ni tranquilos, o donde un recorrido a pie se nos hace impensable por inhóspito o desaliñado.

En demasiadas ocasiones sufrimos el resultado de unos espacios urbanos programados para un individuo neutro excesivamente específico, un prototipo de individuo que no tiene necesidades cotidianas, no tiene familia a la que cuidar, tiempo libre para pasear, o necesidad de socializarse. La salud, el confort, la habitabilidad del espacio público, se han relegado a un segundo plano (cuando no a un plano inexistente).

En estos últimos años estamos oyendo hablar de ‘urbanismo con perspectiva de género’ o ‘urbanismo feminista’, conceptos que no siempre son bien comprendidos. En definitiva, se trata desde mi punto de vista, de algo que a priori puede parecer muy sencillo: planificar las ciudades para los que la viven, para sus inquilinos.

Este concepto que puede parecer una obviedad, conlleva una forma de planificar la ciudad y en particular el espacio público como lugar colectivo, comprendiendo y respondiendo a las distintas necesidades, compartidas y particulares de todos los usuarios, los inquilinos de la ciudad, con sus diferencias de edad, género, procedencia o dependencia.

Esta voluntad de poner a las personas en el centro de la planificación urbana, ¿cómo la materializamos? ¿Cómo cambiamos los arquitectos y urbanistas nuestra forma de planificar la ciudad para fomentar una mejor calidad de vida para todos aquellos que la habitan?

Estoy convencida (por no decir obsesionada) en que tenemos un importantísimo trabajo que hacer sobre el espacio público que es la clave en la regeneración de nuestras ciudades, en la mejora de la calidad de vida no solo del ‘individuo neutro’ sino del conjunto de ‘inquilinos de la ciudad’.

El espacio público debe ser planificado desde un punto de vista funcional y cualitativo, no solo como un estándar cuantitativo predeterminado por la regulación urbanística correspondiente. Para mejorar la calidad de vida urbana debemos disponer de espacios públicos que garanticen su utilidad y confort. Del mismo modo que exigimos a las viviendas, las oficinas o los comercios, unos mínimos de habitabilidad, ¿por qué no lo hacemos con los espacios compartidos donde pasamos gran parte de nuestro tiempo?

Para ello, evidentemente es imprescindible la participación ciudadana, la implicación de los futuros usuarios para comprender de primera mano cuáles son sus necesidades, preocupaciones y propuestas, pero también es fundamental poner el foco en el papel estratégico de la planificación y la programación (dos aspectos que deberían ir intrínsecamente vinculados en una nueva forma de planificar la ciudad). En este sentido y por no extenderme demasiado, creo que hay que resaltar cuatro aspectos clave que deben estar presentes en una nueva planificación estratégica del espacio público: la estructura, la escala, las actividades y el verde.

La estructura. Del conjunto de espacios públicos creando una red en continuidad, entre ellos y con el territorio, y con conectividad, con los lugares de residencia, los equipamientos y servicios, y el patrimonio. Una buena estructura es la base para crear espacios que nos acompañen en nuestros itinerarios cotidianos, que nos faciliten programar áreas de juego para pequeños, jóvenes o ancianos cerca de sus recorridos habituales, para crear itinerarios saludables, y facilitar el acceso a nuestro entorno natural.

La escala. Del espacio en sí (calle, plaza, jardín, parque…) que debe estar acorde con su funcionalidad y el papel que juega en nuestras vidas: de uso diario, de referencia en la ciudad o en el barrio, o de escala territorial. Y también del dimensionado en cada uno de ellos, de los espacios destinados a caminar, a pasear en bici, a jugar, a descansar, etc. La escala es un factor fundamental para crear espacios que generen sensaciones de confort y seguridad según su intensidad de uso y afluencia, así como el dimensionado de los espacios destinados a cada movilidad o función lo es para garantizar un buen servicio a nuestras necesidades de paseo acompañados, de espacios de encuentro, de lugares de descanso o contemplación, etc.

Las actividades. La actividad que se desarrolla tanto en el propio espacio público como en su entorno privado es un factor clave que nos puede producir sensación de confort y seguridad o bien todo lo contrario cuando éstas son inexistentes o inapropiadas. El programar espacios con usos y actividades variadas en el propio espacio público es evidentemente necesario para dar funcionalidad y buen servicio a las ciudadanas y ciudadano. Tampoco hay que olvidar el importantísimo efecto rechazo que pueden producir unas plantas bajas cerradas o con actividades que nos resulten agresivas o inseguras. Planificar el espacio público teniendo en cuenta estos aspectos permitirá programar unas ciudades con itinerarios a pie que se nos hagan apetecibles, con áreas de ocio y juego para todos los gustos, edades y necesidades, y donde el espacio público sea un verdadero soporte de intercambio social y productivo.

El verde. La vegetación en sus tres estratos: herbáceo, arbustivo y arbóreo, aportan al espacio público máximos niveles de confort y calidad paisajística y ambiental. Pensar el verde como una infraestructura vital que debe formar parte de la planificación urbana, es fundamental para garantizar unos niveles adecuados de calidad de vida y empezar a construir unas ciudades más resilientes y saludables. La infraestructura verde nos protege del calor, otorga belleza a la ciudad, mejora la calidad del aire y el hábitat de personas y animales (su biodiversidad). En definitiva, hace que la ciudad sea más caminable, más saludable, más vivible. 

Con estas líneas, solo pretendo evidenciar que la planificación urbana estratégica, tiene un papel fundamental y mucho trabajo por hacer para mejorar la calidad de vida de las personas que habitamos las ciudades. Éstos son solo algunos de los aspectos que deberíamos incorporar en una nueva manera de afrontar los retos pendientes para regenerar nuestras ciudades, para reconvertirlas en lugares más habitables, más saludables, más amables con todos sus habitantes, y no solo con el individuo neutro que dispone tan solo de una de las múltiples facetas que componen el conjunto de inquilinos de la ciudad. 

Los inquilinos de la ciudad

MÓNICA BEGUER JORNET

Arquitecta urbanista, fundadora de TerritorisXLM, oficina pluridisciplinar que desarrolla planes y proyectos de ordenación del territorio, ciudad y paisaje. Incorporamos la visión de otras disciplinas con el objetivo de aportar soluciones urbanísticas a los retos de la ciudad y el territorio contemporáneos desde una visión urbana, social y ambiental.

TerritorisXLM fue galardonado en 2016 con el accésit al Premio Cataluña de Urbanismo.