23 Ira Flânerie es femenino
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Dice Rebecca Solnit (2015)1 que el caminar es una forma de resistencia frente al urbanismo sin escala humana. Caminar varias horas al día por mi ciudad con un niño y/o bebé, lo es aún más. Implica manejar nuevos tiempos y escalas con gran habilidad, y tener todos los sentidos puestos en la trayectoria. Pasear con un carrito es claramente un indicador urbano: las aceras estrechas, los numerosos obstáculos, el ruido del claxon y tubos de escape; la ausencia de sombras, de agua, de baños públicos, de asientos… Como cualquier habitante que no se siente cómodo ni representado en los espacios cotidianos que su ciudad le ofrece, en mi caso, ser madre intensificó mi deseo de recuperar el derecho a la ciudad, aquél que Lefebvre (1969) describiría como una forma superior de otros derechos: el derecho a la vida en la ciudad, al juego, al paseo; y en definitiva, a habitar y apropiarse del espacio público (Bayón, 2014).
flâneur era el personaje masculino a través del cual Walter Benjamín contemplaba las múltiples percepciones de la escala humana de las ciudades (y de la poesía de Baudelaire)2. Los flâneurs son caminantes a la deriva, que observan y se detienen en las esquinas de forma azarosa y placentera. Los filósofos peripatéticos, los poetas de Nueva York y París, o grandes clásicos de la literatura y el cine, cuyos protagonistas son hombres, viajeros, aventureros, emprendedores o descubridores3, evidencian el carácter masculino de la historia del caminar en solitario, con la carga política, espiritual, cultural y reflexiva que esto tiene. Debord, el padre de la psicogeografía, tamizaba las situaciones urbanas a través de filtros emocionales. Caminar sin rumbo –y sin miedo- le sirvió al género masculino como experiencia inspiradora, también para imaginar nuevos espacios. Pero, ¿cómo la habrían imaginado las mujeres? ¿Cómo serían las ciudades si las hubiésemos diseñado desde nuestras experiencias?
Dorothy Wordsworth, Sarah Hazlitt o Flora Thompson4, las poissardes de la Revolución francesa (Solnit, 2015)5, las sufragistas (González, 2010)6, o las catorce madres de la Plaza de Mayo en 1977 (Buenos Aires), dan cuenta de que el uso de las calles por las mujeres ha tenido más fuerza política en lo colectivo que el del paseo masculino en solitario.
Si bien el papel de la mujer ha sido decisorio en la construcción del común en la ciudad -desde la construcción del primer organismo habitacional en su propio cuerpo, a la organización de las primeras comunidades humanas conocidas (Espegel, 2006)7-, muchos de los problemas urbanos actuales provienen de un urbanismo heredado de un sistema patriarcal, que antepuso lo productivo a lo reproductivo; el capital a la vida, dejando al resto de usuarios desprovistos de representatividad y completamente al margen del diseño y la planificación de los espacios en los que habitaba.
Por fortuna, ya existen numerosos estudios que tratan de cuantificar los valores deseables para diseñar entornos más habitables y saludables8 (Indicadores urbanos, Recomendaciones de la OMS, Informes municipales incluidos en las memorias de algunos planes generales, etc.)9, aunque aún parecen ser criterios difíciles de llevar a cabo y gestionar, y en algunos casos siguen siendo parámetros objetivos, alejados de la experiencia y de las emociones propias de la vida cotidiana, donde la inseguridad y violencia en el espacio público siguen presentes.
Pensar en la ciudad desde los cuidados implica poner la vida en el centro. Jacobs10 reclamaba ya en el siglo pasado la calle como lugar de socialización; tan en crisis en la actual gestión del espacio público (Sánchez, 2013)11. Ella adelantaba que había que observar la ciudad “desde las aceras; desde los pasos de cebra, desde las esquinas, desde la experiencia”. Zaida Muxi en Mujeres aprendiendo del pasado (2015) nos recuerda a La ciudad de las Damas (De Pizan, 1405) y los Paseos por Londres (Tristán, 1840, y Wolf V.), en una especie de alegato por estas mujeres “flânerie”* que observan la ciudad de otra manera, y en sus relatos, pretenden visibilizar lo que lleva tanto tiempo invisibilizado.
Desde mi nuevo paralaje de la maternidad y reparto de roles, entendí que el urbanismo de los cuidados puede y debe actuar como un laboratorio de reflexión sobre cuestiones urbanas que aportan la capacidad de detectar que la ciudad no responde a la diversidad de la vida cotidiana y las necesidades de los entornos de convivencia; y que, a medio-largo plazo, esta nueva perspectiva englobará a las demás, ya que la aplicación de sus valores genera una sociedad más justa e inclusiva para todos sus miembros (Freire, 2017).
Desde esta perspectiva de los cuidados, la calidad del espacio público como lugar de confluencia de las actividades y necesidades humanas (Gaudino, 2014)12 se convierte en algo prioritario. Martín Barbero, filósofo del equipo municipal de Mockus, en la “1º Conferencia Internacional LCV” de 2008, en Sevilla, sostenía que la comprensión de la ciudad exige pensar juntos el espacio geométrico de los urbanistas y el antropológico de los peatones, o sea, el de los que la caminan, observan, la habitan y se apropian de ella (…) hacer ciudad significa recrear, a través de las prácticas expresivas cotidianas, el sentido de pertenencia de las comunidades, la percepción y reescritura de las identidades (M.Barbero, 2008)13
Para una democratización del espacio urbano y del planeamiento, sería conveniente trabajar con nuevos mapas, planos, esquemas y leyendas que incluyan la experiencia de los cuidados, entre otras, y a todos los agentes, con diversas movilidades, géneros, edades y rentas14. Éste es el reto que nos planteamos con el Plan Reaviva en los espacios de proximidad de los once distritos de Sevilla.
Es necesario construir y socializar una nueva condición de ciudadano y educación en ciudadanía como reto intelectual y político: en la vida cultural, en las instituciones y en el espacio público y cotidiano de cada día (Borja, 2013)15, donde está la esencia de la libertad, de la democracia, y fundamentalmente, de la vida.
(Este texto comparte título y contiene algunos fragmentos del segundo capítulo de mi tesis doctoral, leída en Septiembre de 2017)
Referencias y notas:
1 Solnit, R. (2001). Wanderlust. Una historia del caminar. Madrid: Capitán Swing, 2015.
2 Harvey, D. (2008) París: Capital de la modernidad. Madrid: Akal. p.14
«Baudelaire oscilaría el resto de su vida entre las posturas del flâneur y del dandy; por un lado, un voyeur cínico y distanciado, y por otro, el hombre del pueblo que entra en la vida de sus semejantes desde la pasión por el otro» ().
Flâneur: figura urbana que pasó de tener un carácter peyorativo en el s.XVI-XVII, a ser una figura esencial para escritores y artistas del s.XIX.
3En La Odisea de Homero, “Ulises viaja por todo el mundo y duerme allí donde anochezca. Su mujer Penélope, obediente, le espera en casa. Kerouac era un hombre viajero en un camino de mujeres inmóviles. Rayuela, de Cortázar
4 Solnit, R. (2001). Wanderlust. Una historia del caminar. Madrid: Capitán Swing, 2015. p.185
5 — p.322-324
6 González Hernández, M.J. (2010) Las sufragistas británicas y la conquista del espacio, BIBLID. Universidad de Cantabria. González Hernández, M.J. (2010) Las sufragistas británicas y la conquista del espacio, BIBLID. Universidad de Cantabria. https://www.google.es/
7Espegel, C. (2006) Heroínas del espacio
8 Hasta la actualidad, y desde las primeras leyes higienistas de principios del XIX en París, el urbanismo y salud pública se han ido alejando inexplicablemente.
9 Estudios y recomendaciones que mejoran la calidad de vida del peatón, como rebajar la temperatura ambiente con materiales específicos y vegetación, considerar un ancho mínimo de las aceras, eliminar obstáculos, etc.. Concretamente, la propuesta de Salvador Rueda sobre Indicadores de Sostenibilidad Ambiental de la Actividad Urbanística de Sevilla, aconseja un porcentaje máximo del 25% del espacio público dedicado a vehículos, y el 75% al peatón y otros usos; tramos peatonales con una longitud máxima de 300 metros, un 5% de la trama urbana como corredores verdes, un mínimo de 50% horas de confort térmico en las calles, y durante 3 horas seguidas de sombra; garantizar la existencia de 1 árbol cada 20m2 y 10m2 mínimo de verde urbano por habitante, acceso a paradas de transporte público a 300 m. máximo o vías básicas con asfalto sonoreductor. Propuestas muy interesantes que actualmente no cumplen ninguna calle de mi ciudad. También es un avance la legislación urbanística de Accesibilidad, las Ordenanzas municipales sobre las áreas saturadas de ruido o publicidad, el Código Técnico de la Edificación sobre Accesibilidad y Seguridad, el Informe de la OMS de 2016 sobre la calidad del aire ambiente, y otras muchas fuentes. En concreto, del documento preparatorio de la Consejería de Salud Pública de Andalucía para la LEY 16/2011, del 23 de diciembre, pueden extraerse interesantes propuestas o consideraciones hacia el objetivo de una ciudad saludable*.
10 Jacobs, J. (1961). Muerte y vida de las grandes ciudades. Madrid. Capitán Swing, 2011.
Jacobs, J. (1969). La economía de las ciudades. Ediciones Península. A través de:
Dpr-barcelona. (2011). De la atopía* al arte para hacer acupuntura urbana,Blog LCV. 9092
11 Sánchez, J. (2013) Palets Fever; nuevos iconos urbanos. Blog LCV. 19467
12 Gaudino, S. (2014). La acera como vector y el andar como vínculo entre movilidad y salud urbana. Blog LCV.. 25792
13 Martín Barbero, J. (2008) Art. La nueva experiencia urbana: trayectos y desconciertos Revista LCV nº1 p.64
14 Si queremos que haya procesos participativos inclusivos donde las mujeres hablen (y teniendo en cuenta que sobre éstas recaen la mayoría de los trabajos de cuidados), deberemos prever espacios para los niños y programar las actividades en horarios compatibles.
15 Borja, J. (2013) Revolución urbana y derechos ciudadanos. Barcelona. Alianza Editorial. p.160.
*O Flâneuse
Créditos imagen cabecera:
Antonio Acedo