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La ciudad dentro de casa
El texto que abría la exposición ‘Home Stories 100 Years, 20 Visionary Interiors’, inaugurada el pasado mes de febrero de 2020, en el Vitra Design Museum, comenzaba así: “Nuestros hogares son una expresión de nuestros modos de vida, modelan nuestras rutinas del día a día y, fundamentalmente, afectan a nuestro bienestar”. Quizá, hoy, en el tiempo radical que estamos viviendo, esta afirmación haya cobrado un cariz inesperado: un mes y unos días después de la inauguración de esta muestra, centrada en la historia de la innovación doméstica, la OMS declaraba la pandemia a nivel mundial por Covid-19 y millones de personas se veían forzadas a permanecer confinadas en sus viviendas, ante la incertidumbre de la situación y el dolor por los casos más graves. En este breve plazo de tiempo, los hogares se han transformado de una manera drástica y se han convertido en espacios de participación en las políticas sanitarias públicas. Hasta que las investigaciones en marcha den sus frutos, por el momento, los espacios domésticos son la única “vacuna” eficaz para controlar la pandemia. Las viviendas han pasado a ser el principal “campo de batalla” para hacer frente a la emergencia planetaria. Ciudadanos y expertos de diferentes disciplinas han sido convocados a tomar parte en un experimento colectivo “de andar por casa”. Las casas han devenido laboratorios, mientras la gente sin hogar, ha dejado de ser invisible.
Durante estos meses, los hogares han sido bombardeados por un flujo incesante de noticias, mensajes, instrucciones, prescripciones, evidencias, regulaciones, memes, argumentaciones, cuestionamientos, especulaciones, discusiones, incertidumbres, precauciones, anuncios, reflexiones, amenazas, ultimátums, sospechas, violencias, críticas, denuncias, controversias… Las viviendas también han tenido que reconfigurar su relación con los medios de comunicación, las redes sociales y las infraestructuras narrativas que informan de un “estado de la cuestión” cambiante, volátil.
La cotidianidad que antes transcurría en distintos lugares se ha concentrado en unas pocas habitaciones. Lo que antes sucedía “ahí fuera” se ha enredado en los “interiores”. Las narrativas heredadas del pasado reciente han tenido que ser actualizadas y revisadas, sobre la marcha. De la noche a la mañana, varias nociones cristalizadas en el imaginario colectivo acerca de la domesticidad, como la intimidad, la relación público-privado, los espacios compartidos, el trabajo, la salud, la seguridad, las labores de la casa, la educación, el ocio, los cuidados, la sexualidad, la convivencia, etc., se han visto desafiadas. El sentido de muchas de estas ideas ha sido desplazado, cuestionado o radicalizado. Si restaba algo de la vieja narrativa moderna que describía el hogar como un espacio interior, como el ámbito reservado para la libertad individual, como un marco neutral, ajeno a lo social, lo político o los procesos naturales, en esta situación radical se ha venido a confirmar que los espacios domésticos (en estos días, unidades de confinamiento) siempre han participado del metabolismo urbano y territorial; que nunca han dejado de estar atravesados por todo tipo de dinámicas sociales, roles de género, políticas del cuerpo, rituales de cuidados, sesgos normativos, prácticas de salud; que formaban parte de un continuo socio-técnico e infraestructural; que estaban co-implicados en muchos mundos, tanto materiales, como simbólicos; que participaban de una manera determinante de la ecología política de lo común; que estaban inscritos en modelos sanitarios, disciplinarios, normativos y económicos; y que, aunque no sea evidente, son lugares experimentales. Lo que hemos experimentado en estos días es “la ciudad dentro de casa”. Y, por consiguiente, que hablar de lo doméstico es hablar, a la vez, de lo urbano y de lo rural. Y viceversa; porque todas estas esferas se co-pertenecen y co-determinan.
Es, desde esta condición ecosistémica, desde donde, pensamos, se abre un espacio de reflexión sobre lo doméstico. Es, desde este punto de vista desde donde debemos retomar la invitación de ‘Home Stories’ para repensar cómo “nuestros hogares son una expresión de nuestros modos de vida, modelan nuestras rutinas del día a día y, fundamentalmente, afectan a nuestro bienestar”.